AQ

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La letra es el arma de quien escribe

3.25.2010

Nociones Nocturnas

Mientras la golondrina dormía, ambos también dormíamos. Era precioso como dormíamos sin dormir en realidad, pensando, sintiendo, mientras en el pecho había otra golondrina amarrada por la sangre, daba saltos, a ratos se quedaba quieta, a ratos se agitaba, era la golondrina que compartíamos. Era curioso como ambos lo sentíamos con la misma intensidad, ambos reaccionábamos igual, ambos despertábamos del letargo del insomnio, salvo la golondrina, la golondrina que dormía en la mesa, la que sabia que estábamos ahí porque fuimos lo último que vio antes de quedarse dormida, aun tenía  la sonrisa dibujada en el rostro, aun tenía restos del maquillaje de la noche anterior, a ambos nos encantaba ver como dormía sin perder la esperanza de que en algún momento veríamos a la golondrina que tenía enjaulada. Era raro ver a una golondrina con una golondrina dentro, y mas raro aún era que tenía la golondrina que nos faltaba a ambos, solo era cuestión de horas, solo tenía que pasar la noche, solo había que dormir, qué quietud la que habitaba en aquella golondrina, jamás vi una igual, ambos queríamos tenerla, acariciarla mientras palpitaba por sí sola, que hermosa golondrina, como duerme, que desdicha dormir y dejar de ver un momento a tal golondrina, y que bello imaginar la golondrina que ambos tendremos dentro ….
Sonrío, como aquella vez sonrío y recuerdo el letrero del bar que anunciaba el show de Golondrina y ambos éramos uno.

3.14.2010

Plutón en las entrañas

Sólo un sol. La espiga solar de la resurrección,
rueda gravante la ruina del ramal
y el amargo amanecer amortiguado...
Anula el ángel el anuncio anhelado
de la tierra temida, tomada por el tiempo;
hambre de hombre en hombros ajenos
y al viento, violentas vuelan vetustas vestes,
que caen cargando cuerpos culpables,
simulan soledades salpicadas de silencio,
y en la arena, gritos retozan serenos
entre manos mentirosas que en el muelle murmuran
(gestos de gitana gimiendo al azar),
y Tú extranjero, entre la arena guardas trino y pavura
que en la brillante blancura buscan bostezos
de viejos vasallos vacíos de verdades
(no navegues de nuevo, nunca la nada has de encontrar);
el pergamino prolonga tus pupilas al palpito de Plutón...
Yo seguiré muriendo mientras tanto.

            (Poema que vio la luz un cálido domingo de marzo
             en una reunión de AlterEgo, una latente promesa,
            versos de Alejandra, Abraham y un servidor.)

3.11.2010

Madrugadas..(acompañando a Aleisa)

Frente a la PC, la psicología trastornada de aquel sujeto lo acusaba de la astucia independiente que poseían sus manos, caminaban por el suelo cuadriculado,  los dedos, en una armonía superficial escuchada solo por sus dientes. El sujeto tenía en mente un nuevo plan, evadir cárceles y manicomios...
Borró la la PC, y escribió muertos.

3.10.2010

Mercenarios del tiempo,Minutos.

Entre el paisaje de afuera y la brisa de adentro había una gran distancia, Ella, sus ojos mojados, el frio cristal, la mancha de su aliento, una hoja cayendo; miles de kilómetros cabían en lo ancho del vidrio, Él, pañuelo en mano, sonrisa forzada, amaneceres rotos, ambos sabían lo que enfrentaban, el humo se esparcía por toda la estación mientras los dedos pegados a las manos se movían lentamente al compas del brazo diciendo adiós y el joven de afuera tocaba el cristal por entre las personas, el llanto empañaba la visión, la locomotora iniciaba su marcha y los kilómetros salían del grosor de la ventana, poco a poco se extendían en la llanura, quedaban inmóviles  como centinelas del tiempo, como guardias de la lejanía entre ambos.
Era invierno, la nieve trastocaba la quietud del viaje con una fúnebre música que se adivinaba con la mirada y renunciaba a toda ley sonora y se posaba en cuanto rostro podía, Ella, con el silencio en la cara, evocaba viejas tardes de viejos inviernos, el cristal, nuevamente empañado, saboreaba los recuerdos líquidos que salían de aquellos ojos negros, los mismos que alguna vez arroparon el horizonte desde una colina imitando a las manos que arropaban a otras. En algún lugar que alguna vez tuvo amarrado a su pecho quedaba la razón por la que tuvo que marcharse, por la que fue obligada a hacerlo, al otro extremo, el destino que le esperaba, un internado lleno de esperanzas, un esposo que aun no conocía, unos hijos que siempre deseó, una casa soñada desde siempre, un corazón vacío y la mirada puesta hacia atrás.
Él, sabía lo que pasaría, bastaba echar una mirada a las nubes y dejar que la nieve golpeara sus mejillas para observar con una convicción desesperante sus labios unidos por un azar inequívoco a otros labios lejanos, sensibles solo por el recuerdo. El tren que partía a las ocho dio la señal de salida, dos meses de retraso, vista perdida, barba de tres días, emoción y angustia reinaban en la apariencia siempre confusa de Él. Ocho treinta y dos, los recuerdos revivían cada vez mas, la voluntad y la fuerza eran las mismas de hacía dos meses, una premonición sonaba fuertemente en su cabeza, mas que premonición era revelación de lo sucedido. Tres horas desde que inició el viaje, dos estaciones en el camino, la nieve lo llamaba y en el primer puente, abrió la puerta y salto del vagón.
Ella esperaba, aún con sus cabellos intactos, en una pausa eterna y los ojos hacia donde el tren pasaba, esperaba, Él lo sabía, lo esperaba.